¿Por qué Maradona habla así?, se pregunta Olé. El artículo explica que la culpa es de los ansiolíticos y de la medicación para dormir, porque a Diego le cuesta horrores conciliar el sueño. “Toma entre 10 y 15 pastillas”, advierte Rocío Oliva. “No, no sufre un principio de Alzheimer”, subraya Leopoldo Luque (no es broma), neurocirujano de cabecera de Maradona, y advierte: “lo del sueño es un problema serio y de difícil tratamiento”. De inmediato enfatiza: “Diego es un dotado físicamente. Su función cardiológica y sus estudios de laboratorio son envidiables”. El maradonaverse -ese universo concentrado en un solo individuo, inabarcable en sus confines porque jamás termina de expandirse- parece una saga de Marvel. Las películas, como la vida de Diego, van agrupándose en fases, y a la vez se ramifican en precuelas, secuelas y spin-offs, mientras una infinidad de personajes entra y sale de la historia.
Si (no) se le entiende cuando habla, si arrastra la eeee hasta el infinito, si hilvana las frases con mayor o menor claridad, siempre será tema de debate nacional, como todo lo que haga o deje de hacer Maradona. Debate que de inocuo no tiene nada, porque en la naturaleza de Maradona no hay lugar para los grises y por eso las posturas se acomodan a los lados de la grieta -otra más- que separa las maneras de sumergirse en el maradonaverse.
Entre los incondicionales y los detractores, entre quienes lo aman y quienes lo desprecian, entre quienes lo aceptan y quienes lo juzgan, un señor que el mes próximo cumplirá 59 años recorre el mundo buscando su lugar, sabedor de que el país -su país- siempre terminará opinando, analizándolo, pasándolo una y otra vez por ese escáner que lo transforma en ídolo y en meme. No es fácil, suena más bien agotador habitar esa piel en la que el sentimiento le gana por goleada a la sensatez.
TyC Sports, el líder de los canales de cable deportivos, modificó su programación y el miércoles emitió un especial de 10 horas dedicado al maradonaverse. 10 horas de Diego dentro y fuera de la cancha. En otros programas, los de chimentos, es el momento ideal para que le aparezca un nuevo hijo y los panelistas saquen cuentas: cuántos chicos son, dónde viven, quiénes son las madres, cuáles fueron reconocidos, cuáles no.
El 1 de octubre HBO estrenará para América Latina “Diego Maradona: Rebelde. Héroe. Estafador. Dios”, documental basado en material inédito (500 horas de filmación) que en buena medida atesoraba Claudia Villafañe. Lo dirigió Asif Kapadia, responsable de extraordinarias películas sobre la vida de Amy Winehouse y de Ayrton Senna, dos genios que murieron jóvenes. A Kapadia le tocó en este caso retratar a otro genio, tan parecido pero a la vez tan distinto, porque a las hazañas futboleras les agregó una vuelta de tuerca metafísica: la capacidad de resucitar. Presentado en el Festival de Cannes, el documental desató la ira del protagonista, al punto de que gambeteó la alfombra roja en señal de protesta. “¿Qué es eso de estafador en el título?”, fue la bronca de Diego. Con Kapadia, nunca más.
El maradonaverse, como fuente de noticias de alto impacto, jamás defrauda. “Si nos vamos al descenso, que sea con Diego”, se sinceró un hincha de Gimnasia y Esgrima La Plata. Una certeza quedó de la presentación del domingo, transmitida por cadena nacional: las pasiones argentinas se alimentan de su propia épica para crecer. En ese sentido, el sentir maradoniano es un fenómeno sólo comparable a las misas ricoteras. Cuando más lejos queda la gesta de México 86, cuantos más años pasan desde la separación de la banda, más intensas y multitudinarias son las convocatorias. Debería ser al revés, pero para eso debería contar la lógica en el razonamiento. No es el caso. El bosque platense explota para recibir a un Diego casi sesentón que pelea día a día con su propio cuerpo; a cada show del Indio Solari -que ya cumplió los 70- asisten cientos de miles de fans. Maradona, como los Redondos, es una marca que hace rato dejó de pertenecerle a su creador. Es como el espacio público: el pueblo aprendió a apropiarse de Maradona, lo ocupa, lo emplea y lo interpreta a su manera. Como a los Redondos.
Días de fuego
Maradona es el D10S de lo inexplicable. Desentrañar a Maradona es cómo intentar deconstruir el peronismo: una misión que de tan compleja se torna imposible. Y a esta altura, inútil. Si algo sorprende de Messi, además de la habilidad en una cancha de fútbol, es su carencia de contradicciones. En ese sentido, la de Messi es una bofetada a la argentinidad. Maradona, como el peronismo, es el festival de la contradicción y allí radica buena parte de su humanidad. Esta realidad choca de frente con la divinidad que el maradonaverse le adjudica. Los D10Ses son inefables en la contundencia de sus juicios; Maradona zizaguea por una ruta colmada de obstáculos. En ese sentido, es como esos dioses que fungen de empleados en un mostrador: dan para recibir.
La hinchada de Gimnasia colmó el estadio del Bosque platense con banderas que seguramente nunca había soñado. Las blanquiazules del club, adornadas por el contundente D10S en la franja central, se repartieron por plateas y populares, por las calles de la ciudad y por las redes sociales. Esta nueva encarnación de Maradona -la del Hombre Lobo- demuestra que su capacidad de reinvención (de resurrección) vence la prueba del tiempo y de la distancia.
Las historias del maradonaverse se transmiten de generación en generación. Padres y abuelos intentan narrar jugadas de ciencia ficción, hasta que YouTube acude en su ayuda y lo fantástico se torna real. El mismo YouTube que junto a las grandezas de Maradona detalla, sin piedad ni eufemismos, cada una de sus miserias. Como el documental de Asif Kapadia: héroe, rebelde, estadafor y, tremendo corolario, D10S. Todo junto.
Cada vez que los argentinos nos ponemos en la tarea de pensarnos la grieta del maradonaverse asoma imponente. Para algunos representa lo mejor de nosotros; para otros, lo peor. La potencia del maradonaverse fluctúa al compás de las andanzas de Diego, que como no puede con su genio vuelve a la palestra en el instante preciso y el programa se reinicia. Porque a esta altura, ¿quién puede cuestionarlo?: si hablar de Maradona es el gran deporte nacional, esta semana volvimos a ganar la Copa.